El presente artículo se basa en la Conferencia pronunciada durante el "Coloquio sobre Educacion y educadores cristianos", organizado por el Centro de Investigación del Instituto Católico del Campus Ker Lann, en Rennes (Francia). El coloquio tenía como objetivo presentar las aportaciones de la fe a la educación, destacando algunas figuras de la historia de la Iglesia.
San Josemaría y la educación:
El tema de esta presentación se encuentra determinado por el contexto del Coloquio. San Josemaría es considerado un contemplativo itinerante, el santo de la cotidianeidad, sin ulteriores especificaciones. Su mensaje hace referencia al valor cristiano de cualquier actividad humana honesta. De ahí que presentar sus enseñanzas sobre una actividad particular, como es la educación, requiera algunas aclaraciones.
"Educar": algunas premisas :
Me parece oportuno distinguir, en primer lugar, dos modos de abordar el tema de la educación: uno, amplio y general; otro, de carácter más restringido. Educar, en su sentido más amplio, y de acuerdo con la acepción greco-socrática, significa llevar al hombre a ser “sí mismo”, es decir, ayudarle a alcanzar su perfección en cuanto hombre. Son bien conocidas las dificultades insuperables que encontró para su realización la visión griega del “sí mismo”. Sólo en la Revelación hebraico-cristiana halló el hombre la respuesta cabal de su grandeza- fragilidad, logrando descifrar el enigma sobre sí mismo que no conseguía resolver, al percibirse como contradicción viviente.
Quien indica el camino y ofrece los medios:
El cristianismo colocó la perfección del hombre en el vivir en comunión con Dios como hijos suyos en Cristo. Al mismo tiempo, no se limitó a indicar el camino para conseguir esa felicidad suprema, sino que ofreció los medios para lograrla. En efecto, la gracia al operar la regeneración de la naturaleza humana deteriorada por el pecado, rescata la libertad de la esclavitud en la que se encontraba, liberándola de la dificultad insuperable para elegir libremente la verdad sobre el bien e afirmado con el juicio de la razón.
Sobre la base de esta visión del hombre, el cristianismo ha elaborado una doctrina de la educación que tiene como fin la perfección de la persona humana como tal, en todas sus dimensiones, y que entiende la acción educativa como colaboración con la gracia y la libertad del individuo para reconstruir a la persona en su verdad. En la pedagogía cristiana, la acción educativa alcanza su sentido más acabado cuando se configura como ayuda para que cualquier hombre o mujer aprenda a vivir como hijo de Dios, imitando al hombre perfecto, que es Cristo, con las posibilidades y deficiencias de cada uno.
San Josemaría y el "método" educativo:
Bajo esta perspectiva, no cabe duda que San Josemaría ha sido un gran pedagogo, cuya enseñanza se sitúa dentro de este marco general de la educación cristiana. Si, en cambio, consideramos la educación de un modo más restringido, es decir, en sus aspectos metodológicos o de técnica educativa, San Josemaría no dio indicaciones particulares, pues los dejó a la decisión libre y responsable de los profesionales que tenían encomendadas estas tareas.
A diferencia de otros insignes educadores cristianos de los últimos cuatro siglos, como San José de Calasanz (pionero de la escuela no estamental), San Juan Bautista de La Salle (precursor de las actuales escuelas profesionales), San Juan Bosco (formador de los jóvenes), Eugène Dévaud (conocido por su esfuerzo por integrar algunos aspectos del movimiento de la Escuela Nueva con los principios cristianos), o Maria Montessori (promotora de un método dirigido especialmente a los niños en la etapa pre-escolar), no puede atribuirse a San Josemaría en este ámbito alguna especialización. Todo esto no significa, por otra parte, que en San Josemaría no exista un cuerpo de enseñanzas sobre la educación, que se refleja en los centros educativos inspirados en su enseñanza.
Este perfil educativo se manifiesta, entre otros aspectos, en el empeño que ponen quienes ahí trabajan en el cultivo de las virtudes humanas y en ofrecer una enseñanza o formación de calidad. Se distinguen también por el modo como se procura fomentar el amor al trabajo bien hecho y el cuidado de los detalles materiales. En esos centros, la educación de la libertad y, consiguientemente de la responsabilidad personales, asume un lugar central. Y, en todos ellos, se refleja el esfuerzo para que en todas las relaciones domine un tono optimista y se cree un ambiente de confianza, convivencia y amistad. Se intenta también que la identidad cristiana y el afán de servicio señalen todas las actividades que allí se realizan. Finalmente, la consideración teórica y operativa de los padres como primeros y principales educadores de los hijos, es otra característica claramente presente en todas estas iniciativas.
La experiencia sacerdotal sobre la educación:
Considero oportuno completar estas premisas con alguna indicación sobre los lugares donde encontrar el pensamiento de San Josemaría sobre la educación. En primer lugar hay que mencionar que, entre sus escritos, no se encuentran manuales ni tratados sobre la educación. En su vastísima enseñanza y actividad, no comparece una teorización más o menos sistemática sobre el tema. Su aportación en este campo –al igual que en otros- brota naturalmente de su actividad sacerdotal.
De ahí que sus escritos estén siempre en estrecha conexión con su experiencia espiritual, con su acción apostólica y con la tarea de gobierno de la institución que fundó. Son, por tanto, homilías, pláticas, sermones, meditaciones, retiros espirituales, anotaciones para el gobierno, documentos dirigidos a mejorar la vida espiritual de sus hijos, entrevistas concedidas a algunos corresponsales de la prensa, discursos con ocasión de actos académicos o de reconocimientos honoríficos, etc. Escribe en servicio de lo que constituyó el substrato y la meta de toda su vida: su condición sacerdotal y el cumplimiento de la misión recibida el 2 de octubre de 1928. Sus escritos surgen en conexión con el desarrollo de su vida y su misión, y con lo que vida y esa misión iban reclamando.
A los modos usuales de la predicación, en el caso del Fundador del Opus Dei se une otro, que en su actividad sacerdotal y espiritual tuvo gran importancia: las reuniones de carácter familiar y amigable (“tertulias”), a veces multitudinarias en las que salían a relucir temas muy diversos. Están muy presentes también en su acción educativa los medios más variados de comunicación oral personal: la conversación con el consejo animante, la advertencia, la indicación precisa o la corrección; la charla de dirección espiritual, etc.
Además, quienes han tenido la dicha de conocerle, lo que suelen recordar con mayor fuerza, no es tanto lo que ha podido decir sobre esos temas, sino el ejemplo de su propia vida personal, convertida por entero en una grandiosa, multiforme y constante actividad educadora; lo que aparece quizá con mas relieve es el hecho de que ha sido un educador excepcional, que ha consumido toda su vida en una tarea apasionada de dar sin cesar doctrina con su ejemplo y con su palabra.
Artículo realizado por María Ángeles Vitoria quie es profesora en la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, (Roma)